Mónica Ser Pleno

Negar la verdad, perpetúa el duelo

Un duelo tiene distintas travesías y la primera, es negar la verdad de lo que pasa. Es tan dolorosa la verdad, tan insoportable a la mente y al alma, que se niega a aceptarla como cierta. Hay realidades tan inconcebibles porque están tan cargadas de desamor, que negarlas es la única opción posible para sobrevivirlas. He visto transcurrir años, antes de que un ser humano llegue a la última estación del duelo, que es aceptar el suceso como sea que este haya sido. Después de negar, el siguiente tránsito es la rabia de que las cosas hayan sido como fueron o que sean como son. La rabia que se experimenta roba tanta capacidad de afirmación que hace tan difícil, aprender la lección que pretende la vida con la realidad que se tiene en frente. Afirmarse en la nueva postura o actitud, posterior a lo que se supone se está aprendiendo. Pero no es tan sencillo. Así que inevitablemente, surge el querer negociar con las cosas como son para tratar de asimilarlas. Negociar lo no negociable. Hacer trueques inequitativos. Tratar de “adaptarse” a la piedrita en el zapato, hasta que ya no es posible tapar el sol con las manos. La siguiente estación es la tristeza. El desánimo se instala, ya no hay marcha atrás. A estas alturas, aceptar la verdad, es inminente. Pero aceptar, es una mezcla de negar con ira y negociar y entristecerse, antes de que desde el fondo profundo del corazón, se acepte. La tendencia es quedarse nuevamente en el negar. Y este negar, perpetúa el duelo. Se repite una y otra vez la historia, tratando de comprender lo absurdo, se camina en círculos hasta hacer surcos en la piel del alma, buscando incesantemente algo de qué asirse, algo que cambie la historia y no sea como es ni como fue. Nada de esto resulta. Las cosas están así y son inamovibles. Negar, profundiza el dolor. Aceptar, regresa la dulce paz al corazón, y el duelo, se va vistiendo de gris hasta que los colores empiezan a asomarse. Y la verdad, te hace libre. El aprendizaje es monumental y el agradecimiento, tus alas.

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