Puedes mirar la situación y elegir percibirla desde otros símbolos. Ver verdades profundas que revelan el origen de más de una situación en tu vida. Resignificar desde tu mirada que traspasa apariencias y queda en tus manos la radiografía del interno real de todo. Abrazar al ego que se siente ofendido desde viejas heridas y puedas deshacerte de la necesidad nacida en antaño, de cobrar facturas, reparar viejos golpes bajos al amor que mereces, y convencerlo mientras lo meces en la cuna de tus brazos, de fundirse con el rayos X de tu percepción profunda y alivianarse de lo que crees que pasó, desde tus memorias de dolor.

Puedes hacer todo ese recorrido tan amorosamente terapéutico y comprenderlo desde esa otra manera de ver. Sin embargo, el sentir de duelo, parece inamovible, al menos por un tiempo que se experimenta eterno mientras transcurre. Aunque percibas todo desde la claridad que regala ver desde ese tercer ojo que tenemos todos, ver desde esa verdad que libera, no elimina el sentir. No enseguida. Y tienes que permitirlo sin intentar disfrazarlo de haberlo entendido, como sí entender, fuera un ungüento que alivia dolores del alma. Entender, es ver la boca del túnel en la distancia; pero el recorrido es inevitable y además necesario. En ese recorrido, es como si tu corazón digiriera, a la manera del corazón, lo que el cerebro del alma comprendió. Ahora el corazón del alma tendrá que apropiarlo, comérselo y nutrirse de ello. Entonces el sentir, irá transformándose en un sentir de agradecimiento del ir cayéndose las cadenas que te aprisionaban en el duelo que parecía eterno.